Los que llevéis tiempo en el mundo del cigarro puro sabéis que todo dentro de él requiere de cierto tiempo y simbolismo, todo un ritual para ‘dar vida al cigarro’.
Hace ya un tiempo que os contamos la importancia de cuidar el tabaco con un buen humidor y cómo cortar correctamente un puro y los distintos utensilios que podemos emplear, puntos indispensable para disfrutar al máximo de nuestro compañero. Pues tan importante es el corte de nuestro cigarro como su encendido, si no prendemos bien nuestro puro podemos destrozar su capa, introducirle sabores desagradables o hacer que se consuma de forma desigual.
Antes de entrar a hablar de las distintas opciones de útiles de encendido que podemos emplear, siempre surge un punto de discusión entre los amantes de los cigarros: ¿cortar antes o después del encendido? Muchos libros y expertos nos recomiendan encender antes de cortar pero desde aquí os vamos a recomendar que hagáis lo que más os guste; sinceramente consideramos que si encendemos bien el cigarro no habrá prácticamente diferencia alguna en sabores y disfrute, independiente del momento en que hagamos el corte. Decide por ti mismo.
Entremos en materia, lo primero que debemos asumir es que el encendido nos llevará tiempo, no será instantáneo; estamos trabajando con algo vivo, algo que necesita ser mimado, que implica tiempo y paciencia.
Segundo punto importante será nuestra fuente de calor, el artículo que nos de fuego. Aquí son muchas las posibilidades, desde una simple cerilla al encendedor de lujo y miles de euros, pero vamos a dividirlos en dos grupos: los que nunca utilizar y los que sí son válidos para nuestro cometido.
- Nunca usar: Aquellos medios que puedan afectar a nuestro tabaco en sabor y/o aroma. Encendedores de gasolina, velas, maderas aromáticas, cerillas que lleven fósforo (venenoso)… matarán nuestro mejor cigarro al modificar por completo su sabor.
- Métodos válidos: Cualquier medio ‘inocuo’ para nuestro cigarro. Encendedores de gas, cerillas de azufre o parafina, madera de cedro…
Existen productos específicos para los puros, como son los encendedores ‘torch’ (de llama azul y antiviento), pudiendo contar con una o varias llamas. Aquí os recomendamos que invirtáis en un buen encendedor, a poder ser de varias llamas, ya que os acompañará durante un largo tiempo y no querréis que os falle una y otra vez.
Los puristas dirán que el cigarro debe encenderse con trozo de cedro, que a su vez debe ser encendido con una cerilla. Aquí ya es cuestión de gustos, pero no es fácil contar en cualquier sitio y lugar con este equipo, y sí llevar en nuestro día a día un encendedor.
Una vez vistos los dos primeros puntos, tiempo y equipo, veamos la metodología. Con un encendedor torch, empezaremos calentando nuestro cigarro, para lo que colocaremos nuestro tabaco en ángulo recto con la llama (otros preferimos inclinar un poco el cigarro, formando un ángulo de unos 110 grados) sin que ésta entre en contacto con las hojas en momento alguno; debe estar muy cerca del cigarro pero sin entrar en contacto con él.
Giraremos poco a poco nuestro tabaco sobre si mismo para que se vaya calentando y prendiendo de forma uniforme (veremos cómo se crea una brasa en los bordes del cigarro). Cada cierto tiempo iremos girándolo hacia nosotros para soplar la boca del cigarro y ver si se ha creado una corona dorada de brasa, momento que nuestro tabaco nos avisa que ya está listo para ser fumado.
En caso de cerillas y madera de cedro, el proceso es idéntico pero en esta ocasión si entrará la llama (levemente) en contacto con el cigarro.
Ahora sólo nos queda disfrutar de nuestra pasión pero… hay veces en que nuestro cigarro se apaga o no combustiona de forma perfecta, y aquí debemos volver a recurrir a nuestro encendedor/cerilla: retiraremos toda la ceniza posible y repetiremos el ritual de encendido.
Dedicar unos segundos e incluso minutos supondrá un cambio muy sustancial para descubrir todo lo que el maestro ligador quiso trasmitirnos en nuestro cigarro. Ten paciencia y serás gratamente recompensado.
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